Comentarios sobre el libro de Joan Fontcuberta “El beso de Judas”.

Comentarios sobre el libro “El beso de Judas” de Joan Fontcuberta.

Lo primero que me llama la atención en este libro es la fotografía de la niña en la incubadora. Me deja un poco fuera de juego y me produce rechazo. En realidad, la mayoría de las fotografías que aparecen, ya sea por la reproducción, ya sea por la estética propia de las mismas, no me han resultado agradables ni atractivas.

Luego encuentro que, en la introducción, Fontcuberta se contradice: “Lo que pueda decir sobre la fotografía, (…), viene marcado por mi propia práctica creativa. Las ideas que expongo a continuación, por lo tanto, no constituyen tanto propuestas teóricas como la expresión de poéticas personales, textos de artista, a veces encaminados a justificar la propia obra.”

Tras afirmar que el libro es subjetivo, comienza con las teorías objetivas:

“Los creadores acostumbramos a ser monotemáticos. Lo podemos disfrazar con envoltorios de distintos colores, pero en el fondo no hacemos sino dar vueltas obsesivamente a una misma cuestión.”

No estoy de acuerdo del todo, porque los creadores como cualquier persona, evolucionan y su visión de la vida, cambia. Creo que esto sería aplicable a personas concretas que por su personalidad, están cerradas al cambio y son obsesivas. Con lo cual tras comenzar en desacuerdo con el autor, me pregunto si todo el libro va a ser así, o tendremos algo en común…

Alfred Stieglitz  señalaba que «la función de la fotografía no consiste en ofrecer placer estético sino en proporcionar verdades visuales sobre el mundo». Esto me lleva a la afirmación de Susan Sontag; ella también hablaba de la veracidad y objetividad de la fotografía con respecto a la pintura, y como en aquella ocasión, sigo pensando que la fotografía también es subjetiva, y que también tiene una función estética al igual que la pintura también tuvo y puede tener, si así su autor lo busque, una función de proporcionar “verdades visuales sobre el mundo”.

“Toda fotografía es una ficción que se presenta como, verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad.”

En efecto, estoy totalmente de acuerdo con estas afirmaciones; desde mi forma de pensar, esto pasa también con los pintores, hablando, claro está, de la pintura más objetiva. El mejor pintor es aquel que mejor miente la verdad.

“La fotografía aparece como una tecnología al servicio de la verdad. (…). Pero esto solo apariencia; es una convención que a fuerza de ser aceptada sin paliativos termina por fijarse en nuestra conciencia.” Esto es a lo que me refería anteriormente; la mayoría de la gente da por bueno, por verídico, lo que nos muestran las fotografías, sin pararse a pensar que es una expresión subjetiva más. En mi opinión, los límites de la verdad y la mentira están y estarán siempre difusos, porque ser objetivo al cien por cien, es algo muy difícil.

“Todo mensaje tiene una triple lectura: nos habla del objeto, nos habla del sujeto y nos habla del propio medio. Para la fotografía, estas tres facetas fueron denominadas gráficamente por Joan Costa como ojo, objeto y objetivo”. Estoy totalmente de acuerdo con lo expresado en ese primer párrafo del  capítulo “Pecados originales”. Nunca me había planteado que una fotografía tuviese tres facetas, siempre había entendido que era sujeto y objeto.

John Szarkowski dice: “el desarrollo creativo de la fotografía se basa en la búsqueda incesante de nuevos motivos y las características de ese mundo visual son las que determinarán la estética de su representación fotográfica”. Y Francois Hers y Jean-François Chévrier comentan: «la fotografía de reportaje ha muerto porque ya no queda nada por fotografiar». Creo que estas afirmaciones están vistas desde solo un ángulo, están incompletas. Basan la fotografía exclusivamente en una de sus referencias: el objeto; pero ¿dónde quedan el sujeto y el medio?

Sobre la reflexión: la fotografía como «trabajo» y la fotografía como «pecado», he de decir que mucha de la fotografía que se hace, por ejemplo, para las revistas del corazón podría estar encajadas dentro de la “fotografía como pecado”; al fin y al cabo se hace sin el consentimiento de los sujetos. Acerca de mi experiencia con la fotografía, he de señalar que me resulta muy incómodo realizar instantáneas por la calle a personas las cuales no saben que las estoy fotografiando, a las cuales no les he pedido permiso.

Refiriéndose a los tiempos de la daguerrotipia señala que “Los objetos se delinean ellos mismos, y el resultado es verdad y exactitud.» Ciertamente, en aquellos tiempos la fotografía no podía manipularse y controlarse como a día de hoy, por eso esta afirmación está caduca, pero en su momento pienso que era coherente.

El horror y rechazo a la fotografía por parte de los pueblos primitivos no es otra cosa que el miedo a lo desconocido; es ignorancia.

Sobre la fotografía como una transgresión de las normas, veo normal que exista el copyright para protegerlas. Es como si alguien hiciese una copia de un cuadro y la mostrase como obra propia.

Acerca del paralelismo que señala que hay entre el espejo y la fotografía, he de decir que no encuentro esa similitud; empezando por que el espejo nos da una imagen invertida del objeto/sujeto que se refleja, además de que esta imagen varía según el punto de vista desde donde se observe. Y sobre todo, que la imagen que ofrece un espejo está bajo la influencia de la persona que la observa. No es lo mismo ver nuestro propio reflejo que el reflejo de otra persona. Siempre me sorprende cuando observo el reflejo de un espejo cuando estoy en compañía de otra persona. La relación de proporciones entra el otro y yo no me parece igual que cuando veo una fotografía de ambos. Por tanto un retrato fotográfico no es igual que el reflejo que yo veo ante un espejo; la fotografía está bajo las características de la persona que realiza la fotografía.

«Eres lo que recuerdas.» Esta frase de Norberto Bobbio me ha gustado especialmente porque, es cierto que, nuestras vivencias y recuerdos construyen nuestro futuro. Y continua más adelante: “Silverberg insinuaba que, de hecho, es la discriminación del recuerdo y, a la postre, el olvido lo que nos permite aspirar a ser felices”. En esto la fotografía ocupa un lugar importante. Las imágenes hacen que nos acordemos con mayor claridad de los recuerdos. Es más las imágenes mentales que recrea nuestro cerebro son como las instantáneas.

“Al pasar las páginas el lector sólo encuentra fotografías documentales de angustiosa trivialidad”. “(…) sigo fascinado por la incerteza y desasosiego que me producen”. Lo cierto es que no comprendo que es lo que a Fontcuberta le fascina de esas fotografías.

“El realismo fotográfico y sus valores subyacentes son una cuestión de fe. Porque no hay ningún indicio racional convincente que garantice que la fotografía, por su propia naturaleza, tenga más valor como recordatorio que el lazo hecho en un dedo o la reliquia”.

“Como señala Celeste Olalquiaga, al revés que el cazador, el fotógrafo no mata el cuerpo, sino la vida de las cosas. Sólo deja la carcasa, el envoltorio, el contorno morfológico”.

Estas afirmaciones son un tanto metafóricas y exageradas; en cambio cuando dice: “Vivimos en un mundo de imágenes que preceden a la realidad”, me parece que es verdad  y, no solo eso; por ejemplo, la publicidad, en cierto modo, crea una realidad paralela a través de imágenes ideales, en un mundo ideal, lleno de personas ideales; pero no reales.

La forma y el formato de publicidad que utilizan los pescadores de Enoshima, me ha parecido fascinante. Me ha sorprendido gratamente la forma tan sencilla y original de realizar esos carteles. Y como dice Fontcuberta: “Ante tal ostentación de «objetividad», pues, debemos interrogarnos si la huella no constituye el tipo de imagen que más nos acerca a lo real, la que más obstinadamente dificulta la tergiversación”.

La fotografía puede ser también una huella; pero como mas adelante explica, hoy día, la fotografía publicitaria utiliza: “elementos fruto del retoque o de una puesta en escena artificial que incitan el deseo y fomentan una exigencia de perfección que no se da en la realidad”. Lo cierto es, que cualquier representación bidimensional, es una huella; lo que varia es el tratamiento que se le dé para su obtención.

El retoque fotográfico que se aplicaba a la fotografía analógica es el antecedente de los retoques digitales aplicados a las imágenes de hoy día; y en ambos caso, estos deben pasar desapercibidos; antes por los cánones que dictaban los puristas de la fotografía, y hoy, en beneficio de las ventas. Pero, curiosamente, esto es lo contrario de lo que suelen buscar muchos artistas, que retocan e intervienen las imágenes en busca de nuevas formas de expresión artística y estilísticas.

Para concluir, decir que al final me ha gustado el libro. La forma amena y llena de anécdotas paralelas pero conectadas con la fotografía, me ha parecido una forma original de escribir a cerca de este arte.